El ABC de la inteligencia emocional
Hasta hace algunos años, tener autogestión, ser asertivo y consciente de nuestras propias emociones no era algo que se esperara de las personas en el trabajo. Más bien se valoraba la obediencia, el apego a las funciones asignadas y la capacidad de llevar a cabo las tareas tal y como habían sido concebidas en su planificación.
Hoy, el mundo ha cambiado; y en el trabajo, los requerimientos y expectativas sobre las personas, también. Actualmente, se espera que las personas asumamos compromisos y protagonismo sobre los resultados de nuestro trabajo, que mejoremos la productividad y calidad a través de un mejor desempeño, y que seamos capaces de corregir nosotros mismos las dificultades que aparecen en el camino. Aquí es donde el concepto de asertividad empieza a ser significativo.
Con todas las demandas de la nueva era, en la que el mundo se mueve a una velocidad exagerada, y el ambiente laboral exige más de nosotros ¿cómo manejamos todos esos estímulos sin perder la cabeza? Una de las respuestas es la inteligencia emocional, la cual nos ayuda a procurarnos y cuidar de nuestras emociones.
Cada emoción tiene una necesidad detrás de su existencia. Estas nos organizan para la acción, son adaptativas, nos motivan y comunican; por eso, cuando somos conscientes de la necesidad que nos transmite la emoción que estamos sintiendo ejercemos la inteligencia emocional. Al ser conscientes podemos entender por qué nos sentimos de cierta forma y trabajar para expresarlo de manera asertiva.
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¿Qué es la inteligencia emocional?
Existen diferentes definiciones dependiendo del autor que seleccionemos, pero en este caso tomaremos la siguiente: “capacidad de percibir y expresar emociones, de asimilar las emociones en el pensamiento, de comprender y razonar con las emociones y de regular las emociones en uno mismo y en los demás”. Mayer, J. & Salovey, P. (1997). What is emotional intelligence? Nueva York: NY: Basic Books.
La corriente más aceptada para hablar de emociones es la humanista, la cual menciona cuatro básicas: alegría, enojo, tristeza y miedo. Es importante diferenciar entre emoción y sentimiento. La primera es una reacción fisiológica ante un estímulo externo o interno, momentánea y con mucha intensidad; el segundo es el significado o pensamiento que cada persona le da a ese estímulo, por lo que se presenta por un tiempo más largo y con menos intensidad.
Por ejemplo: si te despiden del trabajo, la emoción puede ser tristeza o enojo y el sentimiento podría ser desesperación o angustia. Podemos darnos cuenta de que el sentimiento es la mezcla de varias emociones y conlleva un pensamiento. Tal vez una persona no experimente el mismo sentimiento de desesperanza al perder un trabajo, sino más bien aparezca uno de alivio.
Esta es una de las razones por las cuales es indispensable cuidar y fortalecer nuestra inteligencia emocional y la de nuestros colaboradores.